Si bien apoyo la certificación de los resultados de las elecciones presidenciales, estoy de acuerdo con muchos de mis colegas que han planteado preguntas sobre las irregularidades en la votación.
Los sistemas electorales en todo el país no están funcionando tan bien como deberían. Nuestras experiencias deberían servir como una llamada de atención: la reforma electoral real debe ser una prioridad máxima para que cada votante pueda estar seguro de que su derecho al voto ha sido protegido.
Nuestra democracia exige elecciones libres y justas en las que se cuente cada voto. En el Congreso debemos hacer más para garantizar que los problemas que hemos experimentado en los últimos años no se repitan nunca más.